He terminado hace un rato la lectura de la última obra que me quedaba por leer del tomo que compré en diciembre de 2014 de Jerome K Jerome, que casualmente también era la del final del volumen, "Malvina de Bretaña"; es en realidad una obra de relatos y Malvina es el primero, se trata de un hada.Claudia no era un hada pero en realidad apareció como tal, no era de Bretaña sino de Turingia (Oberdorla).
El día de la festividad de San Juan Bosco [único santo que venero] de este año parece que todo se fue al traste, en realidad no me lo acabé de creer, pero tras mes y medio de ralentizada relación me da la impresión de que 10 años pueden haber llegado al final.
Mi escasa soberbia y poco carácter me hacen soportar desplantes sobre la prescinbilidad de verse, yo lo intento estoicamente y meras excusas eluden el encuentro, otro no daría oportunidad a esos desaires, pero yo sí. En consecuencia la tarde del viernes ( 18 de marzo) en mi quinto y consecutivo enclaustramiento vespertino hice lo habitual, leer. Aunque tenga el alto honor de haber sido condecorado por ello, bueno por coleccionista literario que viene a ser lo mismo, no soy ajeno al pensamiento de que la lectura en mí tiene de hábito tanto como de vicio que aboca a un aislamiento solo permisible en cuanto se es consciente de ello.
Con el regular ánimo de una soledad no deseada me fui sobre las 22 horas hacia la estación de Francia, me gusta coger el tren en origen por aquello de ir en bicicleta y querer aposentarme con comodidad. El tren de las 22,51 es el último y hace años que es frecuente que lo coja los viernes para irme para mi casa de la playa. Y de nuevo en un banco de la estación , en espera del tren abrí a Malvina,... siempre me asalta el deseo de preguntar a los que leen en lugar público que es lo que leen, pero nunca me atrevo. Ella si que se atrevió, llegó y extrañamente se sentó junto a mi, abrió su libro en ingles e inmediatamente me preguntó por el mío, con una proximidad física inusual. Antes de subir al tren ya me había interrogado de casi todo sobre mi. El asalto no era mala forma de deasctivar o camuflar la tristeza y aunque podía ser mi hija tampoco era una niña esta alemana del Esta nacida nueve años menos un día antes de caer el muro de Berlín. Hablamos y hablamos, y para cuando se bajó en Castelldefels ya me había pedido el teléfono y ya estábamos amigados por Facebook. Aunque mostró mucho interés en volver a vernos y tomar un café en mi biblioteca, mi Malvina de Oberdorla aparecida una triste noche del final del invierno no creo que vuelva a aparecer, aunque yo para demostrarme que al menos esa noche era real le tiré algunas fotos antes de bajarse del tren.